BRECHA DIGITAL

El concepto de brecha digital no tiene una definición única y aceptada universalmente. La brecha digital hace referencia a la desigualdad en el acceso, uso o impacto de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) entre grupos sociales. Estos grupos se suelen determinar en base a criterios económicos, geográficos, de género, de edad o culturales. Entre los diferentes tipos de brecha digital que existen, la brecha digital de acceso es una de las más habituales. Se refiere a las posibilidades que las personas tienen de acceder a este recurso. Aquí entran en juego las diferencias socioeconómicas entre las personas y los países. El otro tipo de brecha digital más común es el de la brecha de uso que hace referencia a la falta de competencias digitales que impide el manejo de la tecnología. Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), el organismo especializado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a finales de 2019 había 40 países en los que más de la mitad de su población no sabía adjuntar un archivo a un correo electrónico. "La pandemia ha agudizado algunos problemas, y entre ellos, la brecha digital existente, porque las comunicaciones y la tecnología ayudan a mitigar el aislamiento y la soledad no deseada", afirma Joaquín Pérez, responsable del Área de Personas Mayores de Cruz Roja. "Nos hemos encontrado con que es necesario contar con dispositivos al alcance de todas las personas, pero también con conectividad y competencias técnicas para usarlos”, precisa. Por tanto, no es una cuestión meramente económica, que se solvente repartiendo tablets, sino que debemos formar a quienes hasta ahora han estado alejados de la tecnología. Según datos del Plan Cruz Roja Responde -que nace como reacción al impacto de la pandemia-, el 63,8% de los hogares atendidos no dispone de ordenador y el 46,6% no tiene contratado ningún servicio de internet. El hecho de que muchos procesos y servicios pasen por la digitalización impide que estas personas accedan a plataformas o prestaciones que necesitan y, por tanto, acrecenta su fragilidad y su aislamiento. La falta de competencias digitales también afecta de forma decisiva a niños y niñas en la educación, así como a la realización de trámites y gestiones en las familias más vulnerables.